Tarde para la música más triste
mirar a la luna de refilón, tímidamente
correr lo más despacio posible
hacia la deseada reclusión.
Confiando que la cerveza que queda
sea suficiente para no alegrar
absolutamente nada grave, como la muerte.
Nada grave, aunque los chicos de la escuela
se burlen de esta mueca triste,
pensé en decirles que no hay que reírse
de las personas que viven allí,
pero no podía decirles eso,
lo que importa es que los niños sonrían.
Cómo explicarles que hay gozo en esta casa
que se puede ser feliz viéndote en el espejo,
sin guiños de ojos, sin complacencia, ni temor
a lo que mejor nos define y nos confirma.
Que no hay que huir, ni se puede, de ningún lugar.
Chico, los años te llevan a lugares insospechados
de la gente que piensa cómo has cambiado
sin haberte conocido nunca.
Tranquilo pequeño, que nada de eso es grave
se le llama vivir y querer sentirte vivo
el arte de pasar los días sabiendo que se acaban
que la conciencia no es quemarlo todo
es justo lo contrario, es quedarte mirando sin pensar.
Que vale más toda la locura que nos guardamos
que los pasos sin saber quienes somos.
Hace 8 meses
2 comentarios:
Poema salido del alma, y tan real, maravilloso, como la vida misma, a despecho de tanto infame, que son pocos, pero siempre trabajan de presidente.
Un abrazo, hermano de signo.
Hoy el alma me pide mandarte un abrazo, solo eso...
Publicar un comentario