Poética rutina

Un día estas cosas
son cosas pasadas
llenando la memoria como cajas
tu risa que brinca
febrero y tus cartas
y Silvio y ojalá como coartada
todos tenemos algo escondido
y yo como todos tengo lo mío.

Golosinas
Pedro Guerra

En una de sus últimas entrevistas, Alejandra Pizarnik dijo algo así como que su objetivo ya no era escribir poemas, sino vivirlos cada día. Quizás escribirlos sin vivirlos resulte una paradoja de pesada, terapéutica, sanadora y llevadera digestión.

A que separar mundos, maneras de vivir y sentir. Derroteros escritos, prescritos y reescritos poéticamente.

Tiznas de poesía maldita cavar en menos de dos semanas -golpe a golpe, verso a verso- de azada y pala, dos agujeros en el mismo huerto. El de ayer para transplantar la higuera de coll de dama. El yayo Ramón no estaba satisfecho con el lugar que la plantó mi padre, demasiado cerca de la casa del vecino.

- Ahora está bien, muy bien. No va a coger el vecino los higos desde su propia casa...je, je...

- Claro que si yayo.

Una de sus frases favoritas es: lo que está bien está bien. Que bueno aprender de tierra y campo de la mano de su voz.

Aprender que los rosales se podan siempre en menguante, para que saquen más brotes. La misma luna para plantar las judías verdes, para que vengan cargadas de vainas. Se que algún día cuidaré un huerto y podaré los viejos rosales de la abuela Angelita. Y plantaré nuevos rosales sin días 23 ni Sant Jordi.

Todos los almendros de casa florecidos, cada uno a su ritmo. Y los cerezos ya están engordando los brotes.

En la misma esquina a la izquierda que me espera la luna llena de tarde, ahora me refresco con cotidianos y sorprendentes almendros blancos.

Cada día siento al cielo regalarme poemas. Querencia poética. Pan nuestro de casi todos los días.

Salir corriendo a buscar poemas que no escribiré y viviré.