miércoles, 5 de noviembre de 2008

Los 5 de noviembre ya no pesan

Leo que por Madrid también dejan sonar al viento. Es libre y está al alcance de todos los bolsillos. Que bueno saber que otros también lo escuchan. Ayer noche en mi tranquilo barrio era silencioso. A veces sientes y no le pones palabras, sin afán de ponerlas, pero ninguna encaja, sientes sin motivo, y te dejas llevar de nuevo...por ese silencio del sentimiento sin nombre.

El alma en calma no necesita palabras, pero hasta que no inventemos otro lenguaje, también somos palabras. Yo solo lo inventaré para tí.

No pesa el 3er 5 de noviembre. En el primero regresaba a nuestra casa con un pack de 6 estrellas y después de pasar la ITV del coche, tan tranquilo, era viernes -casi ni viernes-.

Y desde el infierno, se abrió una trampilla a mis pies. ¿Te acordarás tu de los 5 de noviembre?. No lo se, creo que no. Casi mejor. Nos quedaremos con el 23 de septiembre, con todos. Y sonreiremos cuando nos recordemos, de la mano de otra persona.

Gracias por los comentarios, por todos, no sabéis, o si..., como los agradezco. El insugente de P.v. en especial por su clarividencia. Algún día de estos Vd. y yo nos tomaremos unas cervezas después del concierto. Prometo volver a acompañarles con mi voz, pero esta vez si quiero una canción alegre y sin números. Gracias por las palabras y la valentía.

Escribo y me entra calor, me desnudo -para el frío siempre está la bata a cuadros-. Qué placer desnudarse, vocación irremediable, añoranza indígena. Y que bueno haber pasado antes de llegar a casa por el OpenCor y comprar un litro. Y que no falten cigarros, esa guerra la ganaré algún día, de momento, con gusto, guerrilla y trinchera. Escribiendo no paro de fumar. Y pareciera que estoy enamorado: Como poco, bebo mucho, que cantaba Eros Ramazzoti. Puede ser...enamorao de la via, aunque a veces duela.

Al final el yayo recuperó el bastón del galgo anacarado del bisabuelo Pablo, lo había descuidado en la casa, no en el restaurante. Hoy estuve un rato hablando con él, mejor dicho, escuchándo (los abuelos se olvidaron de escuchar, hasta el oido nos falla con la edad y debe ser por algo). Y también debe ser por eso mi buena onda con los niños y la gente joven.

El yayo Ramón es de "la quinta del biberón", de los mozos que empalmaron guerra civil con mili. Al acabar la guerra, 3 añitos del ala -de estas alas, a la postre- en Zaragoza, en el cuartel del Castillo, al lado del Ebro. Un amiguete y paisano suyo, del delta del Ebro, estaba "de escriviente" al servicio del coronel José Palacios Palacios, que buscaba un asistente, y recomendó al abuelo. Como brillan sus ojos cuando me explica otra vez esa historia, y se rie como un niño.

Acompañaba a los hijos a la escuela, llevaba el correo, hacía recados de ese tipo...cuando iban de compras llevaba los bultos. Recuerda el miedo de la primera vez que habló con el Coronel, y que le preguntó si tenía ropa de paisano y ante la negativa, le dió permiso para volver a Campredó una semana. También le dió permiso para la siega del arroz, no debía ser mala gente Don José, como le pidió que le llamara, sin el Coronel por delante.

El Coronel Palacios fue compañero de estudios de Franco, y estuvo a punto de ser degradado por el mismísimo caudillo, ese que murío el mismo día que atropellaron a Teddy (algún mal pensado podría decir que ese día murieron dos perros, pero no sería justo para Teddy, además mi loco perrillo callejero tardó bastante menos de mil años en morirse) al dejar a parte de su división rezagada y recibir una fuerte acometida de los rojos.

¿Y quién servía en la misma casa?. Mi abuela, que entonces no sabía que iba a ser mi abuela. Como muy poco desde ahí empieza mi gusto por las cocinillas, era la cocinera. Y la moza más lista de Cabolafuente, a la única que propusieron continuar con los estudios en Zaragoza, pero no pudo ser. Pero la inteligencia no la dan los estudios.

Por aquellos años, debía rondar el 40, el yayo festejaba con una tocaya suya, la Ramona, que no hacía honor a su popular canción, dice que era muy alta y muy buena chica, pero que era igual por la espalda que por delante.

No se si esas poderosas razones u otras le condujeron a la joven e inteligente cocinera del Coronel, Doña Higinia (después se cambió el nombre por Ángela, la yaya Angelita), la dulce y la de contagiosa risa yaya Angelita. Esos eran ojos y no los de Bette Davis.

Cuando mi abuelo llegó a Cabolafuente, los mozos del pueblo le cantaron esta jota:

Ramón eres catalán
y eres persona decente
y has venido a buscar novia
al pueblo de Cabolafuente.

Y ya que andamos con batallitas del abuelo, no quiero dejar de mencionar a mi bisabuela, la yaya María, madre adoptiva del yayo Ramón, que se quedó huerfanito de muy chico. Era la curandera del pueblo, y la gente acudía a ella para que le pusiera las manos encima. Era una mujer adorable, más de la tierra que un arao. Y me decía xiquet. Y en su casa a la vega del Ebro, me hice amigo de su perro, que estaba atado todo el día y no era amigo de nadie. Espero conservar algo en mis venas de esa sanadora entrañable, de curtida piel y de un espeso cabello blanco.

La primavera pasada acompañé al yayo a pasar un día con su familia a tierras del Ebro. También buscamos infructuosamente a otro primo por El Canalet de Jesús i Maria, el abuelo, cargadito de inocencia infatigable, le iba preguntando a la gente y les explicaba la historia: Si que era...y se casó...y se fueron a vivir...

Familía de campo, ahora abandonado, de nou jornals de extensión a la misma orilla del Ebro. Que pena da ver ahora esa misma tierra yerma, y que se abandone el campo, -y que nosotros paguemos los tomates a precio de langostino-. Esos mismos nou jornals rebosaron frutales y todo tipo de hortalizas. Ahora nadie los quiere cuidar. La fantasía me lleva allá, siempre la fantasía, cada día más real, me lleva al campo.

Ahora el marido de su sobrina tiene una granja muy grande, la próxima visita no me la pierdo, aunque me dan pena los mismos cerdos y reses que después devoro. Suerte que las plantas no tienen ojos. En la comida en casa del Emilio "Milio" y la Natalia todo lo que comimos era de la casa, todo. Habían matado recientemente a una res, y a unos tomates, lechugas, cebollas...y los canelones eran de vicio. Y después estofado...la comida fue más abundante que en Navidad.

No me olvido de los ojos de la Natalieta, que linda joven y que ojazos azules. Ese desparpajo y energía de las jóvenes me seduce sin remedio. Qué lindos 23 abriles. Y que forma de mirarnos.

Volvamos al siglo pasado...y se vinieron a Gavà, a la casa alquilada de la calle Mayor, la misma donde nació mi madre. Después se compraron la casa (Nota para los jóvenes: antes se podían comprar casas) del callejón sin salida detrás del Maragall. Ahora vivo en esa misma casa, en lo que fue recientemente su cochera, y antaño la pequeña tienda de ropa, y más canosamente aún, morada de tres familias de alquiler (en la parte del fondo, aún perduran los cambios de suelo), y con esta pinga ya en danza, el taller de mi padre (Aún sigue siéndolo detrás de las cortinas).

Que buenas raíces siento, las terrenales y las aéreas.

Y que ricas son las batallitas de los abuelos. No las cambio por toda la historia de España de Pierre Vilar, es curioso que los franceses hayan escrito y documentado las mejores historias de España, o no, vete a saber.

Si señores y señoras, damas y caballeros, el yayo Ramón.

Celebro y vuelvo a brindar solo (ya dije que soy fiel a mis tradiciones), levantado mi último vaso de cerveza y apuntando al piso de arriba, por él, el último yayo que me queda: ¡que dios te permita llegar a los 100, los mismos que pienso vivir yo!

Como me gusta ser su vecino de abajo. Y que nos llamemos "vecino" a voces, y al subir a su casa, picar la puerta de madera y gritar: iiiieeeeepppeeeeeeee!!!!!!. Fijaros si es sabio que hasta reconoció las plantas del amor...y me dijo: esto es para fumar, es ilegal, te las arrancaré. El destino, demasiado calor y un transplante tardío le pusieron manos al yayo, a mi yayo Ramón.


Y hablando de familia, os voy a dejar una foto de una de mis familias, la acaba de enviar Anna. De algunos de los presentes en la foto ya os he hablado, podéis ver a Mi niña Laura, a la niña de mis ojos Aina, a Eva - la que me despierta y nos invita a solomillos -, de su niño Robert, de Ru, del andorrano que me hizo la foto de la portada, de Ester (que se fueron antes y no salen, los cuatro)...y el trovador errante que con sus amigos se siente menos errante.



9 comentarios:

Unknown dijo...

hola trovador errante!!!!!!!!!!!!
me gustó mucho todo lo que has contado y se nota que te gusta escribir.
muy linda la foto para el recuerdo con toda la gente que amas.........
valoro muchísimo cuando las personas abren su corazón y lo dan a conocer.
felicitaciones amigo bloggero.................
un abrazo!!!!!!!!!!

trovador errante dijo...

Gracias adrisol, campo de sueños me está llevando a otros sueños muy lindos, y estos a otros, gracias por tender la mano.

Escribir sin abrir el corazón y desnudarse es imposible, es igual que estar con otra persona.

Un beso

Luci dijo...

se nota que eres viejito, trova.
Tu voz me resulta conocida.
La música une y desune a las personasl igual que los trasplantes y el cáncer.

Te leí con gusto. No sé ni cómo llegué hasta este sitio. Habrá que empezar a considerar que existen caminos de Dios que la razón no comprende.
Lu

Luci dijo...

Ah, recordé por qué llegué hasta este sitio, porque hoy es 5 de noviembre y también para mí es una fecha significativa. Otro Jueves Cobarde.


Lu

trovador errante dijo...

Gracias profesora,

Es posible que su voz también me resulte familiar, hay misterios que nos unen sin saberlo.

Su comentario me llevo a vos, es un placer recibir visitas tan insignes.

Los caminos del señor es lo que tienen, son inexcrutables, y nos unen o nos separan y no por casualidad.

Con tiempo prometo empaparme de sus palabras y sus sonetos profesora -inexcrutablemente, también su voz me resultará familiar-.

Y decirle que su ubicación me recordó a una película que disfruté con pasión: Luna de Avellaneda...(y sigue el baile, sigue el baile...).

Un abrazo de la vieja trova

Anónimo dijo...

No se si clarividencia, es solo una impresión, me gusta la transparencia y naturalidad con la que cuentas tu día a día y como la haces tan cercana, sin mas.
Aunque a veces tenga la impresión de estar metiéndome en la vida de otro.
Quizá me atrae porque me viene a recordar esa otra parte de la vida, mas humana y calida, en contraste con la realidad cotidiana donde nos dejamos arrastrar (bien por vagueza, porque no nos damos cuenta o a veces incluso por miedo; lo simple y sin riesgo es más fácil, nada=nada que perder) esa llana, individualista y llena de muros.
Si, creo que es por eso, una llamada de atención a "la otra" que está bajo las capas y capas de hormigón, que al leerte algo le resuena.
Gracias por animarme a romper capas de hormigon.
Un abrazo
P.V.

Fernanda Hoffman dijo...

Hola trovador! esta vez he pasado simplemente a saludar, a agradecer tu visita..y a prometer regresar porque me encanto tu blog y tu manera de contar!
Gracias por ayudarme a descubrirlo!

Te dejo besos!!

trovador errante dijo...

Hermano P.V.

Justo el sentido de este blog es querer compartir con quién quiera leer, y si además, dejan comentarios tan sinceros y jugosos pues el sentido se realza. No deja de ser abrirme, y ahora me toca abrirme. Estuve en fase caracol un tiempo.

Hacía que no escribía...y ahora casi que no puedo parar por las noches, y estas, al hacerlo, también cobran otro sentido.

Llevo trabajando la soledad ya tiempo...la humana, la tan mía y tan nuestra...y su aceptación está llegando ya, ya no es como ve uno la misma realidad en función de como esté, estar bien o mal, va más allá, es estar y sentir, sencillamente.

Tu clarividencia fue tal, diste en el clavo. No me gusta el hormigón, es miedo a ser -a ser lo que no soy-y otras, cada vez menos, miedo a ser lo que soy.

Y se que ayudo a romperlo, me sale solo y en un tiempo, sin más, sin afan de hacerlo pero sin poderlo evitar...es fácil, como todo en verdad. La vida nos la complicaron hace cientos de años, y arrastramos ese hormigón.

Y gracias por seguir acercándote, no dejes de hacerlo. Espero esas cañas de algún día para seguir fundiendo hormigón.

Un abrazo

trovador errante dijo...

Avec plaisir mademoiselle

Un beso